Me gusta la cerveza Heineken (y no se trata de hacerle un
favor a la empresa fabricante). La primera vez que bebí una chela fue en la
preparatoria durante la novatada, ceremonia preparada para recibir a los
párvulos recién desempacados de la
escuela secundaria (nuestra fiesta no fue interrumpida por peluqueros disfrazados de polis como aquellos que atendieron a los estudiantes de Tamaulipas). El amargo sabor del liquido amarillo (la cerveza) provocó
una náusea aplacada rápidamente con otro trago. En ese momento el discjockey-sonidero de barrio decidió cambiar el ritmo del
punchis-punchis por un beat más electrónico. Las ondas sonoras de los bafles se clavaban hasta mi cerebro; como hipnotizado caminé hacia la improvisada pista de baile, donde mis compañeros de pupitre brincaban y gritaban (es evidente: nos pusimos hasta el copete).
Medio litro de cerveza después fui a dormir la borrachera a casa de un amigo (nadie quería tener problemas en casa). Mi novia (siempre tan buena onda) se dio la oportunidad de besar (creo que hasta ahí llegó el asunto) a mi amigo mientras yo dormía. Cuando desperté, una taza de humeante café me esperaba para aliviar los efectos de las chelas. The Beatles sonaban en el estéreo: Something in the way she moves/attracts me like no other lover.
The Beatles cumple cincuenta años. Después de esa amarga cerveza vinieron otras tantas y muchas exploraciones a los álbumes del cuarteto británico. Gracias a nuestra condición de país subdesarrollado Lennon y compañía nunca pusieron un pie en esta tierra, aunque Paul McCartney visitó México mucho tiempo después. Las grabaciones de este grupo llamaron mi atención: no entendía por qué aparecía una manzana en el sello de los LP. O por qué la canción Get back se escuchaba con mucho ruido, hasta pensé que tal vez algún pirata robó del cuarto de edición un demo (así como hacen hoy con los dvd´s de películas de estreno). Después me enteré de lo ocurrido: el grupo decidió dar un concierto en el techo de su disquera y la primera rola es precisamente esa. Grabaron todo el sonido ambiental incluyendo errores de los propios músicos.
Por razones personales Hey Jude es una canción que me gusta mucho. De cualquier manera estos chicos no pierden vigencia, incluso existen versiones perfectas para esas sesiones electro-antreras. Si por azares del destino debiera retirarme a vivir a una isla desierta llevaría a una chica (que no tenga el mal hábito de pintar cuernos), cerveza Heineken y un mp3 con The Beatles. Son la onda: el parteaguas en la historia de la música.
Por favor, dejen sus comentarios. Por cierto, la carestía en México está peor, sin contar el regreso de el PRI con todo y los dinosaurios en Los Pinos. Dios nos agarre confesados. También pueden comentar en mi Facebook Siempre Nos Quedará París.
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